lunes, 25 de mayo de 2015

RM Parqué macizo entarimado



Parqués macizos entarimados.

Conocidos como entarimados, son suelos de madera natural y por lo tanto parqués, adheridos al soporte mediante fijación mecánica o en sistema flotante.  Se encuentran regulados por la UNE-EN 13226. Su empleo generalizado data del s. XVI. Se presentan en forma de lamas o tablas (longitud muy superior a su anchura y ésta a su espesor) o en forma de tablones (anchura y espesor superiores a los de la tabla). Las dimensiones mínimas de las lamas son: 18 mm de grosor, 40 mm de anchura y 1000 mm de longitud.

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Tradicionalmente los entarimados se asientan y fijan sobre un sistema de listones de madera denominados rastreles, normalmente de pino o abeto couperizado a fin de protegerlos contra hongos e insectos xilófagos y siempre que no presenten nudos, fendas, etc. que comprometan la estabilidad y solidez del pavimento. También puede utilizarse el castaño en el que dada su durabilidad no necesita de un tratamiento adicional.

Grosor parquet (mm) 
Separación máxima rastreles
     17 ± 2
         35
     22 ± 2
           45
     > 24
En función del formato

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Los rastreles se disponen en sentido perpendicular a la dirección de las lamas, de forma que se genera una pequeña cámara de aire (en la que se pueden incorporar materiales aislantes) que protege al entarimado de la humedad, al mismo tiempo que se consigue un perfecto nivelado y un tránsito agradable que disminuye el ruido de impacto. Los rastreles se colocan paralelos entre sí,separados del perímetro al menos 20 mm para permitir la dilatación del conjunto y a distancias de 35 a 45 cm dependiendo de la longitud y espesor de las tablas.

Se nivelan determinando un plano de asiento absolutamente horizontal y se anclan al soporte mediante distintos procedimientos de acuerdo a la planitud y características del mismo. Los sistemas de fijación al soporte se clasifican en secos y húmedos


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Los secos se realizan  por tres procedimientos: atornillado sobre taco, pegados o clavados por impacto. En los húmedos el rastrel se puede recibir de forma continua, apoyándolo sobre cama de mortero de cemento en toda su longitud o de forma discontinua, es decir, el rastrel se asienta sobre pelladas de pasta de yeso. En el sistema húmedo el rastrel se prepara con clavos laterales en forma de aspillas a cada 40 cm aproximadamente, al objeto de asegurar la sujeción del mismo. Resulta conveniente practicar cortes transversales en la contra-cara de los rastreles hasta la mitad de su grosor, (cada 70 ± 20 cm) para atenuar o evitar las torceduras o movimientos y para mejorar su asentamiento en la pasta o mortero. En el recibido discontinuo se puede complementar el asiento con espuma de poliuretano y de igual forma se puede proceder en los sistemas secos que precisen cuñas para su nivelación. Cuando la base es muy irregular o se requiera una elevación del pavimento, se pueden utilizar reguladores de altura (plots) para la nivelación y asiento de rastreles.

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No obstante, el firme habitual del entarimado es la capa de mortero de cemento maestreado, con una resistencia mínima a compresión de 20 N/mm2 y espesor mínimo de 30 mm, debiendo poseer un grado de humedad inferior al 2,5% antes de proceder a la ejecución del entarimado, en cuyo caso, para la fijación del enrastrelado suelen emplearse los sistemas secos de atornillado o clavazón por impacto.

Los rastreles tendrán sección rectangular o trapezoidal, con anchura comprendida entre 50 y 70 mm  y gruesos en consonancia con el sistema de fijación, aproximadamente 40 mm. Es aconsejable la sección trapezoidal cuando se reciban por vía húmeda.Atendiendo a criterios técnicos, resulta aconsejable que se dispongan paralelos a los lados de menor longitud del recinto, de forma que se aminoren los posibles efectos de hinchazón y merma de la instalación como consecuencia de las variaciones higrotérmicas. Por otra parte, sin dejar al margen los factores técnicos, deberán valorarse condicionantes estéticos en la dirección de las lamas, de modo que cuando se pretenda ampliar visualmente la estrechez de una estancia, la dirección de las lamas debería ser perpendicular a su mayor longitud.

El tipo de madera, su tonalidad y la anchura de la lama contribuirán a crear distintas sensaciones. Las maderas claras están indicadas para espacios reducidos, confiriéndole amplitud y luminosidad. Las oscuras crearán efectos opuestos, por lo que su empleo es recomendable en espacios amplios, diáfanos y muy luminosos, aportándoles calidez y gravedad. Las lamas anchas favorecerán también a los ambientes de generosa superficie, mientras que por el contrario acentuarán la escasez de superficie si se instalan en pequeños recintos.
Las maderas más utilizadas en la elaboración de las lamas y parqués en general son: frondosas de zonas templadas (abedul, arce, roble, castaño, eucalipto, haya, nogal, cerezo, etc.), coníferas (cedro, pino melis, alerce, pino tea y abeto) y también frondosas de zonas tropicales (bubinga, cumarú, doussié, ukola, elondo, merbau, mongoy, sucupira, teka, wengé, iroko, jatoba e ipé). Las coníferas deberán tener una densidad superior a 450 kg/m3.

Las lamas se presentan machihembradas en todo su perímetro, con espesores de tabla de 20 mm aproximadamente. Pueden estar formadas por una única pieza de madera o por el encolado o laminado de una o más capas de madera y pueden estar biseladas para acentuar la visión de las juntas. La instalación puede comenzarse indistintamente con la lengüeta cortada encarada a la pared de arranque o con el cajeado hacia ella que es lo más frecuente, dejando en ambos casos la junta de dilatación referida. La primera lama se clava verticalmente sobre el rastrel a una separación tal que se oculte con el rodapié y por la parte opuesta se introducen clavos de hierro inclinados que se ocultarán con la siguiente hilada de lamas, pudiéndose utilizar clavadoras mecánicas. Fijada la primera, se procede a colocar la siguiente encajándola en la anterior y fijando de forma oculta su canto libre sobre los rastreles (clavos o grapas). Toda lama debe apoyar y clavarse al menos en dos rastreles.

Existe también la posibilidad de fijar las lamas al enrastrelado por medio de adhesivos que garanticen su unión y elasticidad a lo largo del tiempo. Una variedad de entarimados es aquella en la cual los rastreles no se solidarizan con el soporte base, se conocen como entarimados flotantes, en este caso, las lamas se ensamblan y encolan entre sí. 

El entarimado puede también instalarse mediante sistema flotante, en cuyo caso las lamas asientan por gravedad sobre la solera base con interposición de una lámina aislante (espuma de polietileno, cartón ondulado, polipropileno, etc.) de hasta 5 mm de espesor, que absorbe las pequeñas irregularidades del mismo, actúa como barrera de vapor y disminuye la repercusión de sonidos al tránsito. Las bandas aislantes se disponen en sentido perpendicular al de las lamas, se solapan 15 o 20 cm entre ellas y doblan sobre los paramentos al menos 5 cm (mínimo la mitad de altura del rodapié).

Las lamas de madera machihembradas se deben encolar entre ellas por la cara superior de los cajeados o en sistemas flotantes específicos usar grapas ocultas que garanticen el movimiento uniforme del pavimento.

En la actualidad existen sistemas de unión tipo clic para instalaciones flotantes que no requieren de un encolado entre lamas ni de ningún otro tipo de cohesión entre ellas.

Cuando las lamas estén provistas de acabado previo (de acuerdo con el sistema de montaje empleado), la instalación finaliza con la colocación del rodapié, no necesariamente de madera. En el supuesto de carecer de acabado previo, se procederá al acuchillado si resultara necesario, al lijado y posterior protección, ya sea a base de barnices o ceras.

Al tratarse de un entarimado macizo se puede someter a reiteradas intervenciones de renovación cuando su deterioro así lo aconseje. El proceso consiste en acuchillar toda la superficie mediante maquinaria específica para ello, retirándose el barniz y una mínima parte de la madera o sólo lijado de grano grueso para levantar exclusivamente el barniz, a continuación se lija y emplastecen los desperfectos tales como grietas, arañazos y oquedades, utilizando para ello una mezcla de polvo de serrín y resina de poliuretano u otros productos (acetatos de polivinilo) existentes en el mercado. Posteriormente se vuelve a lijar la superficie, tantas veces como sea necesario, cada vez con un grano de abrasión menor, hasta finalizar con un pulido de lija de grano muy fino. Para finalizar se aplica una mano de imprimación y tres manos de barniz con pulidos intermedios (resinas de ureaformaldehído, poliuretano al disolvente, poliuretano al agua y acrílicos).

Es un material cálido y natural que proporciona al ambiente una nota elegante, noble y confortable. Al existir tan amplia gama de maderas apropiadas y tonalidades, encaja con multitud de estilos decorativos. Es agradable al tacto y al tránsito.

El mayor de los inconvenientes deriva de su propia naturaleza. Los cambios de humedad ambiental provocarán cambios dimensionales en el entarimado que propiciarán la aparición de fisuras en las lamas y posible separación de  sus juntas. Así pues, deben evitarse también encharcamientos en el pavimento y excesos de agua en su limpieza. Aunque las maderas recomendadas son las de mayor densidad, su resistencia al rayado y al impacto es considerablemente menor que en otros materiales. Están por tanto indicadas para un tránsito doméstico o comercial moderado. No es aconsejable su instalación cuando se disponga calefacción por suelo radiante.

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